arneste arneiro y arneiron | |
Son tres nombres de un género de costra que se cría en la superficie de las peñas que baña el mar, cuya costra parece una capa de caracolillos informes, que más son semilla o embriones de varios testáceos que caracolitos formados. Estos entes o toscas figuras de conchas son aquellas que se hallan en la orilla del mar que casi baña la ermita de Nuestra Señora de la Barca en Galicia, y de las cuales, como de cosa única en su especie han escrito los que no han estado allí, o los que si han estado, no vieron más mar que aquél. Tan trivial es aquella costra de mariscos, como la de caramùjos, berberíchos y mixillons . El agosto de 745 estuve en aquel retirado sitio, y creyendo encontrar algún género de conchas singulares, por lo que había leído, no hallé cosa que mereciese atención. Noté que ya entre aquella costra de las peñas se habían criado pezebres, caramùjos, mixillons , y discurrí que dicha costra era una principiada producción de aquellos mariscos; y que en todas partes en donde éstos se criasen habría aquella costra sobre las piedras. Salió evidente mi discurso, pues habiendo registrado después la isla del Tambo, más de veinte leguas distante de la Barca, vi que las peñas que el mar baña al medio día estaban y están cuajadas de la misma costra que las celebradas peñas de la Barca, y con la misma facilidad que en éstas, se puede formar en ellas con la punta de un bastón, cualquiera letra y figura. Tengo en mi celda dos pedacitos de piedra, y ambos cuajados de la misma costra: uno que corté o partí de las peñas de la isla del Tambo y otro que partí de las peñas de la Barca . Yo mismo no acertara a distinguirlos a no ser que no he olvidado que el de la Barca es más pequeño. Las peñas que sólo se bañan del mar en las mareas vivas tienen seca la costra dicha y no es tan fácil formar en ellas figuras o caracteres; pero las que regularmente se bañan y se descubren en el flujo y reflujo del océano tienen la costra de casi-conchitas tan blanda que casi con el dedo se podrá caracterizar en ellas. Si cuando están descubiertas dichas peñas, se escoge una llana y se forma en ella una tosca + o una [[debuxo]] u otra cosa, sulcando la superficie con un palito o con el dedo, después a continuados embates de las olas, que arrastran a la orilla todo género de broza, y aun las semillas de los mariscos, se llenan aquellos sulcos y ya no deben existir semejantes caracteres, hasta que alguno forme otros. Yo formé allí una + con el extremo de mi bastoncillo; y porque tengo el pulso más asentado, la formé mejor que las otras. Del mismo modo formé otra en la isla del Tambo que supongo no existirá ya después de tantas mareas. Antes de llegar a la villa de Monxía, junto a la Barca , esto es, pasado Laxe, y en unas altas campiñas de hierbecita, noté, no sin enfado, que en el suelo había muchas cruces, hechas como sulcadas en la hierba y tierra. Reparé que no sólo eran cruces sino, como llaman los gallegos, cruceiros, v. g.: [[debuxo]] Y siendo cosa en que todos tenemos voto por haber sido niños, que los niños se ejercitan en formar estos [[debuxo]] cruceritos y [[debuxo]] y [[debuxo]], y que las cruces de la Barca no son cruces sino cruceros, bien se deja entender que así éstos como los del suelo vestido de hierba son obra y enredo pueril o de niños o de pastores o de algunos que necesitan mantener y continuar una ridícula credulidad para mantenerse a sí. Digo en conclusión que en aquellas peñas no hay sombra siquiera de operación divina ni aun de especial prodigio de la naturaleza; y que lo mismo se halla naturalmente (y si se quiere a poco artificio) en la mayor parte de las costas de Galicia en donde se crían pezebres, mixillons, caramujos, etc.; y en cuyos parajes tiene el nombre de arneiro, arneiron y arneste de tiempo inmemorial aquella costra de casi conchitas que hay en el mar de Monxía bravísimo por extremo. Antes de haber visto aquellos sitios creía que a lo menos habría allí algún fenómeno marino singular; y aun lo escribí en más tomos. Ahora afirmo que nada hay que merezca la atención de los que han visto mar, y que ha sido engaño, o pasivo o activo, de los que escriben y cuentan que allí hay conchas singulares y que el mar dibuja estos y los otros caracteres; ni siendo en realidad otra cosa sino que algún niño, o algún ocioso, o algún pordiosero, falsamente piadoso y verdaderamente hipocritón imita a Arquímedes, que en el arenal de Siracusa, se ejercitaba en formar y describir con el dedo o con un palito diferentes figuras geométricas. Si aquella costra fuese de verdaderas conchitas, aunque no singulares, acaso el origen de las aròlas, que ya señalé en las conchas aranitas se podría adaptar a la voz arneiro, etc. Pero siendo constante que la voz arneiro significa en portugués, y creo en gallego, una heredad muy arenosa, y que la peña del Arneiro representa una superficie cuajada de arenas grandecitas, digo que del latín arena se formó la voz arneiro, arneirón y arneste perdiendo la E entre R y N; pero advierto que para significar los gallegos un grande arenal que causa alguna ensenada del mar, le llaman areeiro, perdiendo la N de arenario. Colección 1746-1770 |