FOGOS DE SAN JOAN | |
Fuegos, fogatas, ó luminarias, que se preparan y arden víspera de la natividad de San Juan Bautista, ó la noche del veintitres de junio, no solo en las calles de las villas y ciudades, sino hasta en las aldeas; siendo antiquísimas y diferentes las supersticiones acerca de estos festivos fuegos, tanto que, al rededor de ellos, ya en mil seiscientos treinta y cuatro colocaban sillas algunos pueblos de la Bretaña, para que sus antepasados se calentáran. Hoy guardan aun tizones, como preservativo contra los rayos, y las doncellas bretonas deben danzar la noche de San Juan en torno de nueve fuegos, si quieren estar seguras de casarse dentro del año en que alli bailen. Los antiguos parisienses, creyendo que dicha noche era la mas á propósito para maleficios y que en ella tenian su gran reunion los brujos, arrojaban en tales fuegos dos docenas de gatitos, emblemas del diablo y recogian de las hierbas todas que entraban en los sortilegios. De ahi sin duda el origen de las actuales verbenas; de ahi que flores varias, cogidas en el campo por los muchachos la tarde de la víspera de San Juan, luzcan el dia del santo en las fachadas de las casas de nuestros labradores; de ahí que estos dejen al rocío de la noche la misma víspera de San Juan y sobre corona, ó rosca, tambien de flores, un caldero lleno de agua, para con ella lavarse el inmediato dia por la mañana, pues, dicen, que en la de las fuentes van las brujas á lavarse el propio dia; de ahí la no menos vulgar creencia de que, si en las casas se guarda leche el veintitres de junio para el veinticuatro y no queda en ellas algun Cardo, vendran las brujas á lavarse el culo en aquella noche; de que el veinticuatro sale el sol bailando, razon por la cual madrugan muchos, para verle á través de los hilos de un tamiz; y de que, en fin, vaciado un huevo en vaso de agua limpia y fresca, se veran palacios encantados y otras tonterias en las caprichosas figuras alli formadas por el albumen, ó clara, del mismo huevo. |
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El empleo de los fuegos artificiales en Galicia tuvo en lo antiguo mucha importancia en las villas y ciudades de tradicional abolengo, donde existían los gremios, las cofradías, las hermandades y las congregaciones. Unos y otras rivalizaban por superarse en los regocijos públicos que tenían a su cargo, porque los fuegos artificiales eran los que atraían a millares de campesinos, que para presenciarlos venían y aún vienen desde aldeas lejanas. Santiago, fué, y sigue siendo, la que más se distinguió en ello. El cabildo compostelano gastaba en los siglos XVI y XVII importantes sumas, pues en algunos años se adquirían 317 libras de pólvora y 487 libras de libros viejos para los fuegos de la víspera del Patrón de España, sin contar con que había además en la ciudad de cinco a siete coheteros que ejercían su industria para otras festividades. Para contener tal derroche pirotécnico, el Concejo prohibió en varias ocasiones el uso de los fuegos, y aun recabó y obtuvo de la Audiencia de Galicia análogas medidas, pero la fuerza de la costumbre hizo inútiles todas las disposiciones prohibitivas, y a pesar de ellas los fuegos de artificio siguieron y siguen siendo uno de los grandes atractivos populares de las fiestas del Apóstol, de tal modo, que ellos solos atraen todos los años a millares de almas que llenan la amplísima Plaza del Hospital, donde la nocturna fiesta se verifica, para admirar, además, la fantástica iluminación de la Basílica compostelana. Y no es tan sólo en Santiago, sino que en el resto de Galicia los FOGOS constituyen, ahora como antes, el principal regocijo público en los tradicionales y patronales festejos. |