Sagas, especie de brujas, ó hechiceras, muy comunes en nuestro país; mujeres desvergonzadas y ladinas de entre la clase baja que, dando su alma al diablo, ó suponiendo pactos con él, estafan y engañan con su habilidad y charla á muchos aldeanos que, siquiera no desconozcan parte de sus estratagemas, corren á consultarlas, bien por satisfacer curiosidad instintiva en el hombre hácia lo extraordinario y misterioso, bien porque, como mas de una vez sucede, ellas, y solo ellas, son quienes les dan noticia, luz, ó rastro, de cosas que les interesan; lo cual perfectamente se comprende, teniendo en consideracion la industria misma de las tales. Ello es que apenas hay comarca donde no exista alguna. ¿Quiere una muchacha, bonita, ó fea, pero que ha llegado á la edad de amar, saber algo de su porvenir y si será, ó no, afortunada con los hombres? Va á la sabia de mas fama y esta le inspeccionará las líneas de sus manos y le dirá su buena, ó mala, ventura, conforme á lo que hubiese aprendido en el arte de la Quiromancia y la mayor, ó menor, gratificacion que espere de la jóven, ó le echará los naipes y, segun las combinaciones que resulten y lo que de Cartomancia hubiese aprendido tambien, le dirá su horóscopo. ¿Quiere otra de mas edad tomar estado y no halla mozo, ó le es antipático el que la visita y galantea? A la sabia irá corriendo y la sabia hará, poco mas ó menos, lo mismo que con la muchacha hizo. A la sabia va el labriego que, robado, ignora quien fué el ladron, así como el paradero de todo, ó parte, de su robo, y la sabia toma, como siempre, los, tal vez, mugrientos naipes y dice al labriego lo que le anuncian, ó, si algo oyó de Cosquinomancia, hace la suerte de la peneira, adivinacion reducida á colocar un cedazo, ó tamiz cualquiera, sobre unas tijeras, ó tenazas, cogidas con dos dedos, decir los nombres de las personas sospechadas del robo y juzgar culpable á la en cuyo nombre tiemble, ó dé vueltas el tamiz. A la sabia va la triste esposa, cuyos hijos se le malogran; el labrador, á quien todos los años muere alguna cabeza de ganado, sin saber á que atribuirlo, ó que atribuye á alguna envidia, algun maleficio etc.; la vulgaridad, en fin, va á las sabias y oye disparates de estas, no solo en multitud de padecimientos, especialmente de mujeres, sino hasta en casi todos los desgraciados accidentes de la vida que esa misma vulgaridad no alcanza á comprender, ó respecto de los cuales no sabe darse explicacion satisfactoria.

Especie de brujas o hechiceras que hacen encantos o maleficios y son muy comunes en nuestro país; SAGA.

Las SABIAS según Valladares, son mujeres ladinas que suponen pactos con el diablo y engañan a las gentes sencillas, apelando a la quiromancia, inspeccionando las rayas de las manos de los incautos, para obtener de ellos el lucro que van buscando.